NÚMERO 126. AÑO XV Junio, 2024
NUESTROS TIEMPOS
SE HAN PASADO A LAS SENSACIONES
Nuestro maestros eran sabios. Sabían de todo y lo sabían a fondo. Venían de lejos. Eran clásicos, milicia clásica, clásicos.
Nosotros en el mejor de las casos hemos sido brillantes. Sabíamos algo de algo y, eso sí, el suelo y fondo que pisábamos era nuestro fuerte, marchábamos sobre un inteligente adoquinado de esencias. El camino que en nuestra marcha pisábamos era el de los clásicos. Ellos eran también nuestra retaguardia. A ellos volvíamos nuestros ojos.Hoy, es cierto, que avanzan la ciencia y la teconología, pero casi solas. Los clásicos han desaparecido. Confinados en la silenciosa cartuja de algunas bibliotecas, enmudecen o descansan en ellas quietos y enterrados. Nadie acude a venerarlos, ya no se pregunta por ellos.
El resto, el mundo, la muchedumbre, hoy se ha pasado a las sensaciones (de la política que fabrica leyes y la TV que las airea, a la Escuela, que claudica de su condición de “hogar de cultura” y de “centro de estudios”). Se ha plantado su morada en los sentimientos, en lo inmediato: patinamos por la superficie y piel de la verdad, de la belleza y del bien.
Se llama Verdad a lo que se dice y aparece en los “medios” y se señala e impone como falso lo que se calla o silencia.
Se renuncia a la Belleza Soberana, la que maneja la batuta de la armonía y real marcha de la Historia valiosa y del Cosmos.
Se ha de escribir con minúscula inicial la palabra Bien, porque “bien” solo es el suyo, el egoísta; el egoísmo hizo en nuestros contemporáneos de guillotina (en un extremo rompiendo cráneos de nonatos y en el otro, despachando personas para el otro mundo con la eutanasia).
Mientras, nosotros, continuadores del pequeño rebaño anawin de viejo Israel, seguiremos subiendo a adorar a Dios en su templo de la Sabiduría o nos podréis encontrar encerrados “en conversación con los difuntos, oyendo con los ojos a los muertos” como si habitáramos la mismísima Biblioteca de Alejandría...Y, desde luego, mantendremos en alto y encendida la modesta antorcha en llamas de un presentido amanecer de la inteligencia que ya arde en la alegría de nuestras entrañas.
💥MAGISTERIO💥
💥MAGISTERIO💥
entendemos por Didáctica:
"el artificio fundamental para enseñar todo a todos,
enseñar con solidez, no superficialmente,
no con meras palabras"
La estrella: la Verdad
Lo que pasa es que a ratos, visto que no hay manera de entenderse a fondo y en serio, cada escuela más que ser un centro de estudios y un hogar de cultura en medio de una sociedad que la necesita, marcha a la buena de Dios.
Lo peor es cuando la Escuela se reduce a ser un mero establecimiento que expende títulos académicos o viene a ser el remedo de lo que antaño fue el servicio militar, por la que es preciso pasar unos años provechosos para saltar posteriormente a la vida laboral. Esto, mejor ni pensarlo.
Con
que un solo colegio reaccionara enérgicamente contra la corrupción
bastaría, si se abrazara de veras y de hecho a la Verdad.
Hay que volver los ojos al prólogo que escribió Unamuno para su “Vida de Don Quijote y Sancho”: “¡Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá”. La estrella de la Escuela ha de ser la Verdad, el Logos. Nuestra cultura de siglos es cultura del Logos. la Vieja Escritura y el Nuevo Testamento nos llevaron a profesar la religión del Logos y en el Logos culminamos. Dios bajo la Persona del Logos y como Logos vino a hacerse uno de los nuestros y a convivir con nosotros.
Y sin salir de Unamuno y de este prólogo, dándole la vuelta y poniendo donde él escribe el embuste, poniendo nosotros la Verdad: “Sí, hay que repetirlo una y mil veces: con que una vez, una sola vez, acabases del todo y para siempre con un solo embustero, habríase acabado el embuste de una vez para siempre.”
Y rematar la cita de Unamuno con la seguridad que nos merece la causa de la Escuela: “Ponte en marcha, solo. Todos los demás solitarios irán a tu lado, aunque no los veas. Cada cual creerá ir solo, pero formaréis batallón sagrado, el batallón de la santa e inacabable cruzada”.
Con que solo un colegio se ponga en marcha hacia el Logos y a él se abrace de veras y sin componendas, seremos multitud los que caminaremos en la noche.
La Verdad, el Logos, nos está esperando.
CUR
Maestro. Profesor de la Escuela de Magisterio La Salle
Pedagogía que me ha marcado de por vida
Auténtico interés por el alumno
El alumno para su maestro no es un cliente. Tampoco lo son los padres de los alumnos. Ni en broma debería un centro escolar usar esta terminología. Se le degrada si así se piensa de él.
Las águilas vuelan alto, no reptan. Esto último es propio de los reptiles. El reptil se puede “colocar” de maestro; no lo será; pero el águila que alto sí podrá serlo desde su alto cielo.
Como tal, el auténtico maestro en vuelo sirve a la verdad, a la belleza y al bien que desea impartir, porciones menores de la Verdad, la Belleza y el Bien, con inicial mayúscula. Su búsqueda le importa sobre manera. Le va la vida servir a esta trilogía. Y este servicio quiere pasárselo a quien esté dispuesto a recibirlo de sus conocimientos y experiencia.
De mi primer contacto con La Salle, en Santa Susana, puedo decir que el Hno. Julián, director y profesor, para nada éramos clientes. Como profesor era duro, nosotros decíamos que severo, pero me sentí siempre querido por él. Se pasaba en exigirnos textos de memoria y en hacer tareas y tareas escritas. Tomé nota. Para exigir y también para no pasarme.
Yo dejé Santa Susana por el Magisterio, pero a mis compañeros todos, además de prepararles muy bien, terminaba colocándoles en bancos, en oficinas o en otros trabajos con los que tenía relación y en los que podrían medrar. De ordinario de los colegios de La Salle salía uno colocado y bien colocado. Dedicación positiva, auténtico interés.
En La Salle todos éramos alumnos de por vida. En todos sus centros funcionaba y bien una Asociación de Antiguos Alumnos.
Como alumno siempre se me alentó en La Salle. Te señalaban cualidades que veían en ti para que te crecieras. Buscaban que triunfaras y te ayudaban a triunfar, para que el triunfo te diera alas. Te pasaban fuera de programas libros que sabían que te iban a hacer bien. Y otros mil detalles.
Ya dando clase en sus centros, los compañeros de docencia te echaban una mano en tus inicios en los que andabas un tanto perdido. No les imité en corregir y corregir cuadernos y cuadernos de los alumnos, porque en la Escuela de Magisterio de La Salle se me había dicho que era de más provecho, por ejemplo, preparar la redacción que iban a hacer los alumnos que corregir la entregada, de la que les interesaba casi solo la calificación.
Curiosas y clarificadoras pistas. El director de mi primera Escuela, Cádiz, La Viña, de niños pobres, que algunos venían sin desayunar a clase, se metía en mi clase y hacía lo que de hecho había que hacer: didáctica perfecta en una clase de 74 alumnos de siete años. Me enseñó a hacer de aquella clase un feliz mecano. No pude tener mejor magisterio práctico. Guardo genial recuerdo. Yo hacía mis pinitos en redacción, muy vanguardistas, que había aprendido en “La Nouvelle Revue Pédagogique” de La Salle, de Bélgica. Esto, tan al día él, no lo entendió. Me echó una bronca de padre y muy señor mío porque “todos los cuadernos habían copiado la misma redacción”. La cosa es que yo partía de la observación. Saqué a mis alumnos a la calzada del Campo del Sur, lo más a mano y parecido a una carretera. Toda la fuerza la ponía yo en los ejercicios previos. Con materiales observados montamos entre todos una sencilla redacción, pieza a pieza, palabra a palabra, borrando unas, mejorando otras. Concluía el ejercicio realizado entre todos sobre la pizarra de clase: “Fui un sendero polvoriento que serpenteaba alegre… Los pescadores, en su ir y venir, mi hicieron camino… He terminado en flamante calzada que aprieta como un cinturón al Cádiz de mi alma...”.En los dictados preceptivos yo les adelantaba las palabras que tenían que escribir correctamente…
En cuanto a las notas y exámenes, que eran semanales y hasta diarios, La Salle me enseñó a economizar. En filosofía, por ejemplo, bachillerato, cada uno de mis alumnos sabía si la medida de sus posibilidades era un cinco, un siete o un sobresaliente. No les quedaba otro remedio que trabajarla. Les preguntaba por la nota que merecían por el trabajo de esa semana y esa les fijaba. En caso de duda: una o varias preguntas orales ad hoc. Y ¡listos! ¡A dedicarle tiempo a la filosofía.
Me importaban ellos, no el escaparate pedagógico de las burocracias educativas.
Algo quedará apuntado con estas meras pistas.
Carlos Urdiales Recio
Maestro. Profesor de Escuela de Magisterio
EL MAESTRO DE CADA DÍA DÁNOSLE HOY
Porque doy clase a los niños
me llaman a mí maestro.
Sin embargo, soy discípulo
de los alumnos que quiero.
Con lápices de colores
mi existencia coloreo:
por de fuera de manzana;
de rojo-sangre, por dentro.
Los libros, sopa de letras,
son mi mayor alimento.
Me desayuno con Lengua
hasta llegar al recreo.
Ando a pasitos muy cortos
del encerado al cuaderno,
y se me va la mañana
en menos que cuento un cuento.
Tiene mi clases ventanas
para mirarme muy lejos;
tan lejos, que en un descuido,
se me mete el cielo dentro.
Y es que quiere ver lo que hago
con los pinceles de pelo,
la plastilina reciente
y la pintura de dedos.
Muchos días salgo fuera,
a dar la clase en el viento,
y vuelvo condecorado
con arenas de arroyuelos,
hojas de árboles cantores
y musgo de nacimientos.
Es entonces cuando el alma
vibra con latidos nuevos,
como si el mundo cuajara
en mí su tesoro inmenso
para entregarlo a los niños
cuando se acaba el paseo.
Lo de ser maestro es fácil
si de verdad se es maestro:
basta enseñarse a sí mismo
y hacerlo a los otros luego.
Por lo demás, dar la clase
no guarda ningún secreto:
es una larga paciencia
para darle tiempo al tiempo.
Señores, ya mis alumnos
están pidiendo silencio.
Hasta siempre. A la hora en punto,
que yo en mi clase os espero.
Maestro, poeta, periodista, juglar
💥ESTILO💥 💥ESTILO💥
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Apuntes que tomamos cuando éramos estudiantes
de la Escuela de Magisterio, 1961-1963
y conservan algún vigor o todo
17 VIDA ASCENDENTE Y DESCENDENTE
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Para uno de los trabajos que tuvimos que hacer en la Escuela de Magisterio manejamos “La filosofía, hoy” de Michele Federico Sciacca, a la que nos había introducido Adolfo Muñoz Alonso. Allí encontramos estas notas que, en nuestra juventud, nos parecieron de oro.
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La vida ascendente coincide con las épocas de rejuvenecimiento, con el amor por las actitudes deportivas y batalladoras, con la sintonía con los bárbaros y los primitivos. En ella predomina la pasión por la lucha, por lo aristocrático y lo caballeresco, por el riesgo y la temeridad.
En la vida ascendente no se dan, por lo menos normalmente, las envidias, los pequeños rencores, los mezquinos resentimientos. El hombre ascendente juega con las fuerzas peligrosas de la vida, el primer estatuto de su norma es el riesgo y la muerte no es más que un incidente en su carrera deportiva.
Las épocas guerreras son las que preparan las llamadas civilizaciones superiores de cultura.
CUR
Maestro. Profesor de la Escuela de Magisterio La Salle
Emérito UCJC
EL VALOR PRESENTE EN LA FILOSOFÍA
Tras la perfección propia y el propio estilo
Cuenta Eugenio d'Ors que fue a verle un hombre dulce, trabajador y buen padre. Era caricaturista de un periódico y renegaba de su oficio. Llamaba tonterías a lo que tenía que dibujar para comer y tenía por vilísimo su trabajo. Después de contar esto con algún detenimiento, Eugenio d'Ors añadía:
"Pero dígote, hijo, que si la faena de mi amigo es tan vil, si sus dibujos pueden ser llamados tonterías, la razón está justamente en que él no metió allí su espíritu. Cuando el espíritu en ella reside, no hay faena que no se vuelva noble y santa. Lo es la del caricaturista, como la del carpintero y la del que recoge las basuras. Hay una manera de dibujar caricaturas, de trabajar la madera y también de limpiar de estiércol las plazas, que revela que en la actividad se ha puesto amor y una pequeña chispa de fuego personal: eso que los artistas llaman estilo propio".
RECUÉRDESE
INTERIORIZACIÓN CREACIONISTA
ETAPA HIPERBÓLICA, RAMONIANA
En la interiorización creacionista
1. Se hiperboliza la realidad
No se canta a la lluvia, se hace llover (Vicente Huidobro)
2. Se descoyunta la realidad para mostrarla nueva
El tiempo se paró en Las Meninas, sus personajes están angustiados.
3. Se crean relaciones sorprendentes
El chopo es el galgo de la meseta castellana.
4. Todo es de algún modo greguería
(1) La multitud se hace una sola garganta para gritar:
- ¡Viva el Cid Campeador!
Una bandada de golondrinas pasa volando, pesca el nombre al vuelo, y
va a repetirlo por todos los rincones del mundo.
- Mío Cid, Mío Cid -van chillando las golondrinas.
G. HUIDOBRO, Vicente: Mío Cid Campeador
(2) El empleado de tejidos abraza como midiendo género por metros, al contrario que el médico, que lo hacía auscultando.
ASTURIAS, Miguel Ángel: El señor presidente
(3) Pues bien; cabe una geometría sentimental para uso de leoneses y castellanos, una geometría de la meseta. En ella, la vertical es el chopo y la horizontal, el galgo.
ORTEGA Y GASSET, José: El espectador III. Notas de andar y ver.
(1, 2, 3)
SOS de las LAS MENINAS
Es un momento especial.
Reflejados en el espejo, los reyes observan la escena. La sala es grande y está llena de cuadros que la adornan. La luz que entra por la ventana no llega a iluminar toda la estancia.
Es un momento mágico. El tiempo se para. El tiempo se ha parado. Cualquiera puede ahora pasear entre las gélidas almas de los personajes. Ahí están, esperando. El tiempo se ha parado en esta sala no del todo iluminada.
Los personajes esperan a que alguien que observa el cuadro les salve. Pero no pueden indicarlo porque el tiempo se ha parado. Están desesperados por dentro; por fuera, sus expresiones son tranquilas. Por dentro, sus almas gritan socorro, por fuera observan al espectador que no les logra liberar de la estancia sin tiempo. Por dentro, la sala llora resignadamente.Por fuera, es el mejor cuadro del mundo.
El tiempo de ha parado.
CASADO ALCALDE, Belén, 15 años. Las Meninas
💢💢💢💢 (4) Del gran maestro y creador de las greguerías
Ramón Gómez de la Serna
se aprende pronto y bien la interiorización creacionista.






















