127 Deserción del pensamiento (I)
¡Filosofía, despierta, la calle es tuya!
En el mes de mayo pasado, una tercera de ABC, que firmaba David Cerdá, escritor y filósofo, la titulaba “La deserción de la filosofía”.
Allí podía leerse que “ha llegado el momento de que los filósofos hagamos nuestro el antipático eslogan `las calles serán siempre nuestras´ para convertirlo en una reivindicación de nuestra sagrada tarea de salir ahí fuera y contribuir a que la gente se ayude verdaderamente a sí misma”. Añadía: “Debemos honrar la memoria de Sócrates y expulsar de un vigoroso empellón a los cantamañanas del asesoramiento de las vidas ajenas”.
Llevaba razón. Partía de que la filosofía antes que una disciplina académica es un modo de vida. Y el que no sea así en buena parte es culpa de los filósofos. Tenemos a nuestras espaldas la Escolástica y la hemos desdeñado. Hemos renunciado a la definición escolástica de la verdad como "adaequatio rei et intellectus” en aras de otras definiciones más al día, como quien suelta una manzana para coger otra más fascinante. Igualmente hemos hecho caso omiso de la afirmación de Bacon de que “a la naturaleza se la vence obedeciéndola”. No nos atenemos a la auténtica realidad de las cosas. En nuestra estúpida soberbia hemos renunciado a la necesaria e irrenunciable humildad del científico que mide y pesa el átomo y pone la coma en su sitio y el punto en su preciso lugar.
Encasquillados en la Academia y enzarzados en sutiles conciliaciones de matices del pensamiento de algunos autores selectos, sepultados en la burocracia universitaria y en libros de texto mediocres hemos descuidado los deberes sociales que eran nuestros.Hace tiempo que dijimos adiós y para nada escuchamos a San Isidoro de Sevilla, al padre Suárez del XVI, a Balmes en el XIX y solo en parte a Unamuno y a Ortega en el XX. No nos atrevemos con Zubiri.
RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento
Bachillerato Internacional




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