NOVIEMBRERÍAS
QUE RELEEN EL REFRANERO
Noviembre lluvioso, diciembre nevoso
Dichoso el mes que cipreseando vivos y difuntos levanta el inhiesto surtidor de sombra y sueño, inicia su marcha por el atrio de Todos los Santos, reverencia en la mitad de la nave del templo toledano a San Eugenio, el poeta, y sale de él con San Andrés para corretear junto al Apóstol por los campos desnudos, desafiando al invierno que tiembla por su cruz.
Noviembre, dichoso mes que entra con Todos los Santos, media con San Eugenio y sale con San Andrés.
Desde San Martín, la tierra cruje y tiembla bajo el peso del viento. Ni el diablo soporta el frío acuchillador de los días sin sol, donde los cielos callan y el fuego se encoge en sus cenizas. Ya no hay valiente que se atreva, ni bestia que desafíe al invierno que cae como un luto de plomo sobre la geografía de España.
De San Martín en adelante, ya no hay diablo que aguante
Noviembre acabado, invierno empezado
De San Martín, 11 de noviembre, a Santa Isabel, 17 de noviembre, una semanita de veranillo fugaz, no más que un suspiro de luz, un mínimo hachón de cera encendido en la noche, la caricia de un eco tibio en la piel, un cielo que parece arder en lo alto, la definitiva despedida y el adiós cariñoso del sol, antes del beso frío del invierno.
De San Martín a Santa Isabel, veranillo es
"En noviembre, los días pasan como fantasmas enlutados, el uno, el dos y el tres son campanadas que resuenan bajo un cielo gris. Y así, todo noviembre resuena y tañe desde su campanario -días cuatro, cinco... treinta- , y se deshoja en un duelo de badajo y bronce, donde el aire lleva en sus alas el eco del sonido de la Muerte, el viento frío arrastra recuerdos y las horas se desmoronan, como si el mes fuera un entierro que nunca acaba.
En noviembre, como hace el uno, el dos y el tres, hace la mayor parte del mes
Desde el 11 de noviembre el trote del caballo de San Martín nos trae el polvo del invierno mientras galopa; y si, por un azar, se detiene de cabalgar con él el invierno, detrás llega a los cuatro pies el 27 de San Clemente Romano que nos lo adelanta de seguro. Pero si aun así no fuere, a los escasos días con la llave de su cruz en aspa San Andrés nos abre de par en par las compuertas del frío del invierno. ¡Esta vez, sí, seguro, llegó el invierno!
Por San Martino el invierno viene de camino; si le dicen detente, llega por San Clemente y aunque venga retrasado, por San Andrés ya ha llegado
Maestro. Profesor de Lengua y literatura. Emérito UCJC

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