CALABACÍN
Y CALABACINA
Ca-calabacín
y ca-calabacina
se fueron del huerto
hasta la cocina
con tantos exámenes
que nunca sabían.
Lloraban, sudaban,
soñaban, sufrían.
Fue Don-Don Pepino
quien les dijo un día:
-Muy bien hecho, hermanos;
yo lo mismo haría
si no me pelaran
con verde alegría
los profes del cole
de Santa María.
Los cates en Mates
y en Geografía
me apenan, me abruman
y me escuchimizan.
(Silbidos rimados en silvas)
Somos pueblo maduro y avanzado
-ingenuos lo creímos-
que a aquellos que se dicen más capaces
en urnas elegimos
y ellos pactan, dialogan y se esfuerzan
para tratar de abrir nuevos caminos.
Así habría de ser la democracia,
esa forma de estado
que soñaron los griegos y romanos
y que hoy, tristemente, se ha tornado,
para nuestra desgracia,
en juego de trileros y villanos.
¿Campaña electoral puede llamarse
a hurgar en las heridas del pasado
y airear las miserias
de aquel que consideras adversario?
¿Señorías se dicen?
Ni señores merecerían llamarse
quienes cifran tan solo su victoria
en tamañas y sucias mezquindades.
Dejen ya de mirar a su contrario;
apóyense en razones y verdades;
construyan sus campañas
en sólidos pilares;
elaboren auténticos programas
que puedan aportar nueva esperanza
a aquellos que confían
en quienes a abrir marcha se ofrecieron
y aún creen que les guían.
No es ser político buscar prebendas,
sentar la posadera en el escaño
y olvidarse después, durante años,
de quienes sus pasquines
leyeron, les creyeron y acudieron
a entregarles su voto.
Es trabajar en serio, día a día,
poner ese talento
-que dijeron tenían-
al servicio de quienes, confiados,
a sus representantes eligieron.
Si no ha de ser así, si siguen dando
el sórdido espectáculo
de lanzarse a diario
insultos y baldones
en lugar de argumentos y razones,
váyanse de una vez, pues sus disputas
ofenden y maltratan
a nuestra inteligencia,
y a nuestras fatigadas ilusiones
hacen muy poca gracia.
Si todo lo que pueden ofrecernos
son promesa, egoísmos y falacia,
bien claro lo tenemos:
nos ciscamos en su democracia.
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación
REFLEXIONES Y RECUERSOS
DE UN VIEJO MAESTRO
1
Hay días que mejor es olvidarlos,
otros, en que florece la alegría,
los unos y los otros son humanos
y marcan la senda de la vida.
Alegría y tristeza son
dos vestidos del alma humana;
con la primera, el alma sana,
adolece la segunda el corazón.
Días hay que mejor es olvidarlos
y que mueran sin más en el olvido,
que es una doble pena recordarlos
y hieren como cuando se han vivido.
2
Dicen que el anciano se hace niño
Niño, vives el cielo más azul
y el verde de los prados,
los aromas del pino,
los arroyos nevados.
No temes al futuro,
ni piensas el pasado,
unas horas de niño,
préstame solidario.
3
Y me dejaste elegir
y tu ejemplo y tu cordura,
maestro, quise seguir.
Y, aunque la vida fue dura,
-navegar siempre es vivir-
en las horas de amargura,
navegando junto a mí,
tormentosas singladuras
estelas fueron seguras.
4
Mi vida fue la enseñanza.
Mi materia, la Filosofía,
impartí también Psicología
Y otras materias cuando hizo falta (1).
Tuve cientos de alumnos
y, en Córdoba, La Sultana, comenzaba,
en Madrid, en Melilla, hoy lejana…
En Arucas, la ciencia me entretuvo.
La dirección y el bachillerato
Fue mi labor en San Ildefonso,
galardonado centro, en Santa Cruz,
años fecundos con lasaliana luz,
que dejaron en mí destreza y poso.
Luego en el instituto y la universidad,
cincuenta años empleados
en alumbrar a jóvenes y equiparlos
para útiles ser en sociedad.
Retirado, escribo, leo, pinto,
mis dedos ejercito en el piano,
mis versos mal o bien hilvano
y a vivir ocioso siempre me resisto
que es la ociosidad vicio malsano.
ANTONIO MONTERO SÁNCHEZ
Maestro, Profesor de Filosofía
(1) Impartí griego, latín, lengua y literatura
y ciencias naturales en Bachillerato Superior.






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