Al hilo de Alonso Schökel
en Esperanza, Meditaciones bíblicas para la Tercera Edad
Sal Terrae. Santander, 2000
jacob
Nieto de Abrahán, hijo de Isaac y padre de las doce tribus de Israel. El tercero de los grandes patriarcas del Antiguo Testamento.
Se ha puesto el sol. A Jacob se le echa la noche encima. Se va a detener. Aún le queda mucho camino para llegar a Jarán, adonde se dirige. Tendrá que dormir al raso. Levanta sus ojos al cielo, donde en cascada silenciosa las estrellas van a velar su sueño. Todo duerme alrededor. El silencio en el que duermen las cosas es sagrado. Si en vez de ser Israel, fuera San Juan Crisóstomo, oiría en esa noche callada la litúrgica trompetería del cosmos que alaba a su Creador: “Este silencio de los cielos es una voz más resonante que la de una trompeta".
Sueño de Jacob. José de Ribera. Museo del Prado
Nuestro Jacob es un anciano. Hace tiempo que lo es. Aquí no va a ver el rostro de Dios, pero cuando regrese de la sorpresa y el terror de esta noche divina, estará más que cierto de que ha visto a Dios cara a cara, tan cierto que pensará que debería estar muerto: no se puede ver a Dios, sin morir. El lugar en adelante se llamará Panuel, es decir, Rostro de Dios.
Aquella noche divina se repite en la Biblia y vuelve a caer sobre la persona de Jacob.
La sonrisa del rostro de Dios que ha visto le ha bendecido. En este lugar, en otra ocasión ha peleado con un ángel y le ha arrebatado una nueva bendición. También nosotros al cabo de muchos años, al final de la misa hemos inclinado la frente y la cabeza para recibir la bendición de Dios Todopoderoso. Acumulamos bendiciones que no fueron un juego, que fueron reales, como real fue el sacrificio al que asistíamos, igual.
Betel: Casa de Dios. Luz
También nosotros hemos tenido noches o días como los de Jacob en Betel, en los que hemos visto el rostro de Dios y a Dios mismo, sin verlo, cara a cara.
No nos extraña que el Faraón, tan poderoso, milenariamente poderoso, admita, consienta y hasta agradezca la bendición de Jacob.
En nuestra senectud somos portadores de bendiciones celestes. Hemos de ser conscientes y administrarlas como pensamos que Dios quiere que lo hagamos.
CARLOS URDIALES RECIO
Maestro. Ciencias religiosas. Universitas Lateranensis
Emérito UCJC


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