129 Manifiesto (III). Deserción de la lengua española


    (III) Deserción de la lengua española

¡Lengua española despierta, la escuela es tuya! 

Hemos tardado en crear el Instituto Cervantes, fundado en 1991. Presente hoy solamente en 88 ciudades de 45 países. No tenemos perdón.

El Hispanismo es otra cosa. Lo he dicho muchas veces: si hoy viviera Cervantes, el premio que lleva su nombre, el máximo galardón de las Letras Españolas, se lo darían a Shakespeare, o a Avellaneda, pero a Cervantes, desde luego, no. España es un imperio cultural abandonado por las élites que gobiernan la propia España. Desde la Ilustración, europeísta y luterana, las élites son lo peor que tenemos en España.

En los Siglos de Oro no hacía falta nada parecido al Instituto Cervantes. El impulso venía de atrás y a buen paso. Fue Garcilaso quien tocó a diana e iniciamos una marcha triunfal de oro y nuestro castellano desembocó glorioso y primerísimo en el océano del mundo y escaló los mismos cielos.

Era y es el español una lengua clara, viva, variada en sonidos, morfológicamente compleja, de sintaxis sencilla, abundante en voces diversas, gramaticalmente rigurosa y seria, muy apta para la comunicación internacional, que hoy, en medio de la decadencia general de lo cristiano y español, se encuentra entre las lenguas más estudiadas y aprendidas del mundo.

A las puertas de la Escuela, dejemos todo complejo y el hecho patente también de la deserción de la lengua española. Si la tenemos en menosprecio, pensemos en el tesoro que es y sacudamos toda nuestra nostalgia y desaliento. Podemos empezar en la Escuela un día grande.

Lo primero que habrá que enseñar a un alumno que en nuestros centros escolares empieza a estudiar la lengua española, que entra en clase y sale al patio hablándola, pero aún no ha tenido tiempo de saborearla, de saber a qué sabe, de enviciarse con su gusto y sabor, de sentir el orgullo de hablarla y escribirla, etc. es la anécdota que se cuenta de nuestro Emperador, es decir, de Carlos I de España y V de Alemania.


El Emperador, Carlos V de Alemania, al llegar a tomar posesión de su condición de Carlos I de España no hablaba español. La necesidad le llevó a aprenderlo. Le entusiasmó.

La anécdota mil veces aducida se produjo el 17 de abril de 1536, ante el papa, la corte pontificia y los embajadores. El Emperador pasa su largo pliego de cargos a Francisco I y justifica la generosidad de su política cristiana. Al final de su discurso, hablado y no leído, el obispo de Mâcon, uno de los embajadores de Francia, dice que no ha entendido aquel parlamento en español y Carlos replica las archisabidas palabras: “Señor obispo, entiéndame si quiere; y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la qual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana”.

Fray Prudencio de Sandoval cuenta lo ocurrido con detalle. Es bueno saberlo. Los alumnos, que tomen nota. Parece ser que los embajadores de Francia murmuraban de la falta de palabra del Emperador para con su rey Francisco I, al que había prometido darle Milán. Carlos I decidió silenciar a sus detractores, “hablándoles en lengua castellana con la gravedad que exigía su grandeza”, dice Fray Prudencio, “dotando a sus palabras del peso y la magestad que suspendían los ánimos de todos”. No obstante, el embajador de Francia le pidió al Emperador, que no sabía español, que le diera por escrito lo que había dicho. El Emperador alegremente se lo volvió a repetir de viva voz (libro XXIII, cap. 5).

A lo que habría que añadir -para regocijo de los españolitos que empiezan con razones de peso a amar su lengua- lo que inicialmente se recoge en Les entretiene d'Ariste et de Eugène (1671) de Dominique Bouhour:

Si Charles Quint revenoit au monde, il ne trouveroit pas bon que vous missiez le François au dessus du Castillan, luy qui disoit que s'il vouloit parler aux Dames, il parleroit Italien; que s'il vouloit parler aux hommes, il parleroit François; que s'il vouloit parler á son cheval, il parleroit Allemand; mais que s'il vouloit parler á Dieu, il parleroit Espagnoly”.

(Les entretiene d'Ariste et d´Eugène, París 1691, págs. 95-96, cit. por Erasmo Buceta, El juicio de Carlos V acerca del español y otras lenguas romances (RFE, XXIX, 1937 pág. 11)


El profesor de lengua bien avisado, para sus alumnos redondeará las informaciones sobre el Emperador y su hablar en las grandes ocasiones en lengua castellana con el recuerdo del primer vagido de esta divina lengua, cuando rompió a hablar, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, en sus Glosas Emilianenses, a finales del siglo X o inicios del XI. Rompe a hablar “Con la ayuda de nuestro Señor Cristo, Señor Salvador” y sus primeras palabras son una oración al Cielo.

Dámaso Alonso, El primer vagido de nuestra lengua, en De los siglos oscuros al de oro. Madrid, 1958, págs. 13-16; Manuel Alvar, De las glosas emilianenses a Gonzalo de Berceo (RFE, LXIX, 1989, págs. 16-21).


RAMIRO DUQUE DE AZA

Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento

Bachillerato Internacional




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