ENERO-RERíAS
En enero, de día al sol y de tarde al brasero
En enero, la vida es un juego de pista de distancias que va del más que soleado ecuador de la Tierra a sus blancos y helados polos. Es una danza ligera que se desliza del agua piedra de la calle al brasero de casa con el que se templan tardes y noches, ausente el apetecible tibio terciopelo del sol del día.
De otro modo dicho: en enero, de mañana al sol, como fraile en el claustro, y de tarde, al brasero, como hidalgo en penumbra.
En enero, cuando la escarcha del alba va en vuelo cortante montada en las alas del viento, vale más la humildad de una gorra que la soberbia pompa de un sombrero.
Enero, cuando se hiela la vieja en el lecho y el agua en el puchero
Para nuestro Refranero, enero es el mes en el que la vieja se queda tiesa en el lecho, como un muñeco de cera que se resiste a derretirse, y el agua, estancada en el puchero, se vuelve dura como hielo de hierro.
O si queréis, en enero la vieja es un suspiro helado tapado bajo mantas y mantas hasta las cejas, mientras en la cocina, y es cierto, el puchero se convierte en un cristal grueso que solo crujirá al frío de la madrugada.
Quien pasa el mes de enero, pasa el año entero
Enero caliente, el diablo trae en el vientre
El sol de enero es un fuego enfermo, un veneno que flota en el aire, que deja al mundo suspendido con una especie de fiebre de invierno, que no se sabe si quema o si congela. Es el diablo quien, en su vientre, guarda la esencia ardiente de los eneros calientes, eneros que sudan calor de carbón y que arden en promesas que siempre terminan rotas.
Maestro. Profesor de Lengua y literatura. Emérito UCJC

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