130 Afderías. Enerorerías

                    

     

                     ENERO-RERíAS



En enero, de día al sol y de tarde al brasero

En enero, la vida es un juego de pista de distancias que va del más que soleado ecuador de la Tierra a sus blancos y helados polos. Es una danza ligera que se desliza del agua piedra de la calle al brasero de casa con el que se templan tardes y noches, ausente el apetecible tibio terciopelo del sol del día.

De otro modo dicho: en enero, de mañana al sol, como fraile en el claustro, y de tarde, al brasero, como hidalgo en penumbra.


En enero, vale más una gorra que un sombrero

En enero, cuando la escarcha del alba va en vuelo cortante montada en las alas del viento, vale más la humildad de una gorra que la soberbia pompa de un sombrero.


Enero, cuando se hiela la vieja en el lecho y el agua en el puchero

Para nuestro Refranero, enero es el mes en el que la vieja se queda tiesa en el lecho, como un muñeco de cera que se resiste a derretirse, y el agua, estancada en el puchero, se vuelve dura como hielo de hierro.

O si queréis, en enero la vieja es un suspiro helado tapado bajo mantas y mantas hasta las cejas, mientras en la cocina, y es cierto, el puchero se convierte en un cristal grueso que solo crujirá al frío de la madrugada.


Quien pasa el mes de enero, pasa el año entero

Si esto le dijéramos a Lázaro de Tormes, nos diría que sí, que como quien no quiere la cosa, le dijeron que si su viejo ciego pasa el mes de enero sin perder el alma ni el pan, ni el limosneo, ni sus malas pulgas, el resto del año se le hará coser y cantar. Y que él, en el entretanto, él será señor, aunque manporreado lázaro, con minúscula, a su servicio, en este enero que pasará con el estómago vacío. Que el vivir en enero de poquito, seguro que le mantendrá vivo el año entero.


Enero caliente, el diablo trae en el vientre

El sol de enero es un fuego enfermo, un veneno que flota en el aire, que deja al mundo suspendido con una especie de fiebre de invierno, que no se sabe si quema o si congela. Es el diablo quien, en su vientre, guarda la esencia ardiente de los eneros calientes, eneros que sudan calor de carbón y que arden en promesas que siempre terminan rotas.

    CARLOS URDIALES RECIO

Maestro. Profesor de Lengua y literatura. Emérito UCJC

                        

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