La infidelidad se contempla con relativa normalidad. El amante traicionado, en “Oficio de tinieblas 5”, sabe encajar el golpe: ni esa mujer es la primera que me pone los cuernos ni yo soy tampoco ¡cuán vana pretensión! el primer hombre a quien esa mujer puso cuernos mi honor está a salvo y el de nuestra patria también. Por lo que se ve, la infidelidad viene de antiguo; ni Eva pudo librarse de ella. adán le regaló una cuerna demoníaca a eva y eva no se lo perdonó jamás. cuando eblis el ángel sublevado y sus cómplices el pavo y la serpiente convencieron a eva de que no respetase la prohibición de comer la manzana adán invadido por el horror y para hacer penitencia se metió en las aguas del río […] y allí estuvo con el agua hasta la nariz durante ciento treinta años pasados los cuales se secó en el lecho de lilith y de las cópulas de ambos nacieron los gigantes y demonios de la tierra. Eva no se quedó atrás y durante este tiempo se regodeó con las caricias y los embates de los ángeles apóstatas hasta que el ángel gabriel con su buen consejo le hizo abandonar la lujuria. satanás dio a nuestra madre eva un par de cuernos de su oficio y eva en prenda de amor se los regaló a adán. la virginidad de las solteras y la defensa con la ley en la mano de la infidelidad conyugal –se afirma en “Oficio de tinieblas 5”- no fueron sino dos arbitrios para evitar el desmesurado crecimiento de la población.
Si la infidelidad puede resultar más comprensible -resultado de la rutina o del cansancio- en la pareja largo tiempo constituida, sorprende en pleno noviazgo, cuando se supone mayor intensidad amatoria y es de esperar mayor fidelidad. Repetidas veces se hace mención en “El asesinato del perdedor” a las apasionadas relaciones de Claudina con el novio de su cuñada Estefanía, hasta el punto de parecer ellos, realmente, la auténtica pareja. Al novio de Estefanía le gustaba mucho palparle las nalgas a Claudina, que era muy complaciente y generosa, y le regaló un ramo de flores en forma de corazón. Claudina hacía gimnasia y se daba duchas heladas al amanecer para lucir el culo prieto y elástico y poder saciar los ardorosos palpamientos del novio de Estefanía, su cuñada. -¿Es así como te gusto? –Sí, pero no dejes de cuidarte ni un solo día; los culos se estropean pronto y no tienen recuperación posible. El bote de goma de Verlaine era peor que el de Voltaire, le dijo Claudina al novio de Estefanía. No creo, le respondió el galán desabrochándose la bragueta. […] Las golondrinas dibujaban veloces y quebrados tajos en el aire mientras el gato garduño, desde la orilla del lago de los Cisnes, observaba las lentas manipulaciones eróticas de Claudina y el novio de su cuñada Estefanía
. Claudina y el novio de Estefanía pecaban de diversas maneras contra el sexto mandamiento de la ley de Dios encaramándose a los cipreses del cementerio, altos y gallardos como alabarderos y acogedores como viudas adolescentes. -¿Me querrás por toda la eternidad? –Sí, salvo encefalitis letárgica. –Me lo explico… -¡Pues no me lo explico! ¡Las mujeres sois rarísimas; estáis medio buenas o incluso buenas pero sois rarísimas! -¿Por qué lo dices? –Ya ves… ¡manías! El novio de Estefanía, mientras le palpaba las nalgas a Claudina, su cuñada, moza que propendía a permitir el tacto indiscriminado, le preguntó muy melosamente, sí, pero sin mayores ambages: -Con
una mano en el corazón, dígame, ¿le importan algo, cachonda mía, los papiros del Mar Muerto? El bandolero de la condesa ciega hablaba del paso del tiempo con el novio de Estefanía, que estaba haciendo tiempo, que estaba esperando a que pasase el tiempo para empezar a palparle el prieto culo con frenesí a Claudina, la hermana de su novia. Claudina y el novio de Estefanía entraron en el meublé El Nido Circunstancial y se acoplaron casi metafísicamente durante tres largas semanas, durante veintiún días con sus noches; cuando los bomberos de la Cruz Roja los desacoplaron, tuvieron que darles reconstituyentes variados, tanto del reino vegetal como del animal. El novio de Estefanía entró con Claudina en el pajar y se la metió por el ojal brindado […] Cuando salió del pajar donde había yogado por conducto aristocrático y sutil con Claudina hasta la irreverente saciedad, se caló la boina con escarapela tricolor hasta las orejas y le dijo a la cuñada o hermana, que esto no se sabe bien, de su novia, ¿ves cómo lo mejor para anestesiarse con estas deleitosas impurezas es cantar La Madelón?

El grado de infidelidad es relativo. Hay quienes únicamente valoran como tal mantener
relaciones íntimas con una tercera persona, y sólo si no tienen
carácter esporádico o circunstancial. Y quienes, en el extremo
contrario, califican de traición hacia la pareja el sólo
pensamiento o deseo de relación fuera de ella. Don Leoncio Maestre,
por ejemplo. Sentado a la barra del bar observó que una muchacha le
sonreía y se volvió de espaldas, porque aguantar aquella sonrisa
le hubiera parecido una traición, la primera traición que hacía a
Elvirita. Traicionada se sentía Annelie, por el hecho de que
Vincent guardase entre sus pertenencias fotos dedicadas de bellas
actrices. Así que buscó las fotos de Edith Piaf y de Catherine
Deneuve y les pintó bigote y les escupió las dedicatorias. Vincent
hizo como que no se enteraba y se fue a arreglar las flores del altar
mayor.
Es proverbial y manido tema de chistes e historietas el desliz del ama de casa con el lechero, el frutero o el repartidor de butano, pongamos por caso. Alguna que otra referencia hemos encontrado al respecto. A don Baltasar, por ejemplo, se la pega su señora con el primero que toca el timbre. No es el caso de doña Belén, limpia como el agua de un manantial. El lechero es un pardillo al que ni le ha pasado por la cabeza, siquiera, el mal pensamiento de ponerle los puntos a doña Belén y paralelamente, aunque la intención fuera otra, los cuernos al don Cesáreo. -¿Y usted cree que ella se hubiera resistido? –Pues sí, lo más probable; estas señoras de bata verde suelen ser duras de pelar.






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