131 Al filo del alba

                                                                                                                                 

       

   EL BAILE DE LAS VOCALES

         

Las cinco vocales

se pusieron a bailar: la u, la o, la i, la e

y, más que ninguna, la a.

¡Ja, je, ji, jo , júuu!

¡ju,jo,ji, je, jáaa!

Una levantó el pie -¡eh!-,

otra rió sin fin: -¡i!-,

otra se desmayó: -¡oh!-,

ora aulló: -u,u,u, uuuh…!-,

y otra aún está

abiendo la boca -¡ah!-.

Uoieaaa.

Jajejijojúuu.

Jujojijejáaa.

      


APULEYO SOTO PAJARES

Maestro, poeta, periodista, juglar



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¿R E C T I F I C A R   E L   R U M B O?


Quiero pensar que son mis muchos años,

el natural desgaste que sufre la ilusión

al crecer –no sé si para bien- la experiencia,

y no la realidad que estoy viviendo,

lo que me hace la vida más amarga

y ensombrece mi paso al caminar.


Veo cómo se pierden los principios,

y observo que, de forma general,

se acomodan a la propia conveniencia;

se utilizan mentira y falsedad,

se ‘cambia de opinión’ y las promesas

se olvidan, se tornan y acomodan

según giren los vientos.

Siempre ocurrió, pues la naturaleza humana

suele ser egoísta y caprichosa;

mas se nos dio la posibilidad

de elegir a unos representantes

que, con mayor inteligencia y mejor juicio

-se supone- que todos los demás,

reflexionen, elaboren las leyes

y las hagan cumplir,

y procuren para los ciudadanos

un marco que nos dé seguridad.


Mas descubro -siempre lo sospeché

y me irrita llegarlo a comprobar-

que no son los mejores, los más dignos,

quienes tienen mayor capacidad,

los que trazan la senda y nos invitan

-nos obligan, mejor sería decir- a caminar.

No pueden resistir la corrupción

-o puede que la fueran a buscar-,

y usan de componendas y artimañas,

interpretan y crean nuevas leyes

que apoyen sus desmanes,

sus corruptelas y sus corrupciones,

sin importarles la necesidad

de quienes, primero sorprendidos,

decepcionados luego, defraudados

y finalmente traicionados, les vemos actuar.

Hasta a los mismos jueces se atreven a acusar

de que no juzgan con imparcialidad.


¿Somos conscientes -me pregunto-

del deterioro, quizá irrecuperable,

que está sufriendo nuestra sociedad?

Se protege al ‘okupa’, al delincuente,

al que a costa del trabajo del otro

y sus derechos solo piensa en medrar;

se disculpa el engaño y la malicia

de los que con arteras artimañas

pisotean derechos y desprecian los méritos

de quienes con esfuerzo y privaciones

tratan en buena lid de prosperar.

Observo todo esto y no sabría,

entre tanta maraña de mentiras,

injusticias, engaños y maldad,

cómo educar al joven y mostrarle

por dónde caminar.

No es esta sociedad

la que soñé para los míos.

Y debo confesar

que me siento perplejo, confundido,

y me cuesta poder reconocer

en el mundo en que vivo

los valores que siempre respeté.


Solo el ver el ejemplo decidido

de personas que de manera altruista

abandonan sus propios intereses

y se entregan con generosidad

en un gesto que nos resulta heroico,

me permite seguir esperanzado,

tratar de mantener vivo el rescoldo

que pueda un día convertirse en llama,

y hacerme recobrar –feliz renacimiento-

la confianza en la bondad humana.

Tengamos sensatez para tratar

de reaccionar, para reconducir

el rumbo equivocado que han tomado

quienes son responsables de guiarnos.

No podemos volvernos tan estúpidos

que echemos por la borda, sin sentirlo,

lo que durante siglos de experiencia,

de errores cometidos y luego subsanados,

de delitos y abusos sancionados

por dañinos, malvados y egoístas,

ha llegado a alcanzar la Humanidad.


                                              ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO

Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación

Emérito UCJC

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