EL BAILE DE LAS VOCALES
Las cinco vocales
se pusieron a bailar: la u, la o, la i, la e
y, más que ninguna, la a.
¡Ja, je, ji, jo , júuu!
¡ju,jo,ji, je, jáaa!
Una levantó el pie -¡eh!-,
otra rió sin fin: -¡i!-,
otra se desmayó: -¡oh!-,
ora aulló: -u,u,u, uuuh…!-,
y otra aún está
abiendo la boca -¡ah!-.
Uoieaaa.
Jajejijojúuu.
Jujojijejáaa.
APULEYO SOTO PAJARES
Maestro, poeta, periodista, juglar
¿R E C T I F I C A R E L R U M B O?
Quiero pensar que son mis muchos años,
el natural desgaste que sufre la ilusión
al crecer –no sé si para bien- la experiencia,
y no la realidad que estoy viviendo,
lo que me hace la vida más amarga
y ensombrece mi paso al caminar.
Veo cómo se pierden los principios,
y observo que, de forma general,
se acomodan a la propia conveniencia;
se utilizan mentira y falsedad,
se ‘cambia de opinión’ y las promesas
se olvidan, se tornan y acomodan
según giren los vientos.
Siempre ocurrió, pues la naturaleza humana
suele ser egoísta y caprichosa;
mas se nos dio la posibilidad
de elegir a unos representantes
que, con mayor inteligencia y mejor juicio
-se supone- que todos los demás,
reflexionen, elaboren las leyes
y las hagan cumplir,
y procuren para los ciudadanos
un marco que nos dé seguridad.
Mas descubro -siempre lo sospeché
y me irrita llegarlo a comprobar-
que no son los mejores, los más dignos,
quienes tienen mayor capacidad,
los que trazan la senda y nos invitan
-nos obligan, mejor sería decir- a caminar.
No pueden resistir la corrupción
-o puede que la fueran a buscar-,
y usan de componendas y artimañas,
interpretan y crean nuevas leyes
que apoyen sus desmanes,
sus corruptelas y sus corrupciones,
sin importarles la necesidad
de quienes, primero sorprendidos,
decepcionados luego, defraudados
y finalmente traicionados, les vemos actuar.
Hasta a los mismos jueces se atreven a acusar
de que no juzgan con imparcialidad.
¿Somos conscientes -me pregunto-
del deterioro, quizá irrecuperable,
que está sufriendo nuestra sociedad?
Se protege al ‘okupa’, al delincuente,
al que a costa del trabajo del otro
y sus derechos solo piensa en medrar;
se disculpa el engaño y la malicia
de los que con arteras artimañas
pisotean derechos y desprecian los méritos
de quienes con esfuerzo y privaciones
tratan en buena lid de prosperar.
Observo todo esto y no sabría,
entre tanta maraña de mentiras,
injusticias, engaños y maldad,
cómo educar al joven y mostrarle
por dónde caminar.
No es esta sociedad
la que soñé para los míos.
Y debo confesar
que me siento perplejo, confundido,
y me cuesta poder reconocer
en el mundo en que vivo
los valores que siempre respeté.
Solo el ver el ejemplo decidido
de personas que de manera altruista
abandonan sus propios intereses
y se entregan con generosidad
en un gesto que nos resulta heroico,
me permite seguir esperanzado,
tratar de mantener vivo el rescoldo
que pueda un día convertirse en llama,
y hacerme recobrar –feliz renacimiento-
la confianza en la bondad humana.
Tengamos sensatez para tratar
de reaccionar, para reconducir
el rumbo equivocado que han tomado
quienes son responsables de guiarnos.
No podemos volvernos tan estúpidos
que echemos por la borda, sin sentirlo,
lo que durante siglos de experiencia,
de errores cometidos y luego subsanados,
de delitos y abusos sancionados
por dañinos, malvados y egoístas,
ha llegado a alcanzar la Humanidad.
ÁNGEL HERNÁNDEZ EXPÓSITO
Maestro. Doctor en Ciencias de la Educación
Emérito UCJC







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