Al hilo de Alonso Schökel
en Esperanza, Meditaciones bíblicas para la Tercera Edad,
Sal Terrae. Santander, 2000
BARzILAY
En un par de rincones de la Biblia, por los que se pasa de largo y nunca nos detuvieron en la infancia, cuando la imaginación infantil se nos iba poblando de maravillas bíblicas, encontramos hoy unos datos de un ejemplar anciano de ochenta años. Se llama Barzilay. Para el libro de Samuel, Barzilay era muy viejo.
Absalón, el hijo de David, se ha rebelado contra su padre. Absalón el hijo rebelde es fuerte. Triunfa. Sabemos lo que le va a pasar. Su larga cabellera al viento se va enredar con las ramas de un árbol y la mula que lleva al galope va a seguir mientras él queda pendido del árbol. Joab, un general de David, le lanzará tres flechas. Sus soldados lo rematan.
Barzilay no sabe el fin de Abslón. Se arriesga. Ha de ser fiel a su rey, a David, no pasarse al enemigo triunfante: su lealtad comprometerá su futuro. No importa. Su servicio del rey precisa ahora de una intendencia. Es cuestión de lealtad, aun a riesgo de su vida. La Biblia anota:
"Trajeron colchonetas, jarras, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, semillas tostadas, miel, cuajada de ovejas, y queso de vaca, para que comieran David y la gente que lo acompañaba, pues decían: La gente está hambriento, cansada y sedienta de caminar por el páramo". (2 Sm 17,27 )
La segunda vez que nos resulta ejemplar Barzilay y digno de mirarle a los ojos y de seguir la senda por la que va, es cuando rechaza una vida regalada que le promete el rey David; la podrá vivir en su corte. Él es ya un anciano. Piensa no solo con su mente clara sino con toda la nobleza de su ser y opta por “la vida retirada” en la que su persona se va a ocupar con tareas a su medida y en esperar en paz a que Dios le llame para bajar y juntarse con los suyos.
Con siglos de antelación, se nos ha adelantado al Beatus ille que Horacio dedicará a la vida del campo:
Dichoso aquél que, lejos de ocupaciones,
como la primitiva raza de los mortales,
labra los campos heredados de su padre
con sus propios bueyes, libre de toda usura.
Y, en siglos y siglos, se nos ha puesto delante del agustino de la quinta de la Flecha, Fray Luis de León, prestigiado profesor de Salamanca, que ha cantado una “escondida senda de sabios” con formidables liras, que solo él, San Juan de la Cruz y Orizana han sabido elegir definitivamente:
Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido.David va a cruzar el Jordán. Vuelve a la corte. Barzilay escolta al rey en su regreso. Lo ha de hacer. Pero, tras ese último servicio, se retirará. No necesita una pensión real ni las delicias de una corte que le ofrece David. Barzilay juzga con lucidez y es sensato. Es un sabio que, a criterio de nuestro fray Luis de León, es de los pocos que en el mundo lo han sido.
Ha cumplido su misión en este mundo. Se ha asomado un par de veces a la historia sagrada de su pueblo y nos ha dado, sin pretenderlo, dos lecciones de sensatez que quedan para la Historia. Él ha cumplido, pero alguien ha recogido en el Segundo libro de Samuel sus dos lecciones de lealtad y serenidad de este anciano en el que hoy hacemos bien en mirarnos quienes abundamos en años.
CARLOS URDIALES RECIO
Maestro. Universitas Lateranensis




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