Lo que aprendí en el
SEK,
como pedagogía perenne
(VI)
Muestras sueltas
6. Cierta elegancia siempre presente
De siempre en el SEK tuvimos un corrector de estilo. Todo pasaba por su filtro. Cuando saliera a la calle habría de ir impecable, en contenido, tono y en estilo: corrección gramatical, perfección académica. Felipe Segovia me llamaba “El Gramático”. No podíamos permitirnos el menor fallo.
Pero la aspiración del SEK iba más allá de lo académico y correcto. Un viento de aristocracia y elegancia habría de empujar las velas de sus publicaciones, papel, maquetación, ilustraciones, etc. y no solo su dicción literaria de altura.
Una muestra. Había filigranas, de cuando en cuando. Como un tiempo en el que se avanzaba a los alumnos mediopensionistas el menú de la semana. Se acompañaba la información con el recuento de las excelencias de las frutas, de las vitaminas de las verduras, de la croquetas que hacía doña Rosa, que eran una delicia única, del churrasco, de la crema de calabaza...: lo que fuera. La redacción era azoriniana o recordaba la elegancia de un Gabriel Miró o los atrevimientos de Ramón Gómez de la Serna.
Otra muestra. Cuando la Institución tuvo siete colegios, cada uno tuvo su periódico escolar, eran una filigrana de estilo y de presentación. El maquetista era el mismo brillante de Didascalia y se imprimían con esmero en la pulcra Reprografía de la Empresa. Les llamábamos la Héptada, en memoria de los Siete Sabios de Grecia. Escribían en ellos profesores y sobre todo alumnos. La exigencia era máxima. Nada subía a sus páginas que no fuera de alto estilo.
Tercera muestra. La revista Didascalia, vanguardia de la educación en su tiempo, tenía contenido muy actual, pero, además, su presentación, formato e imágenes, invitaba a su lectura. El éxito nacional fue clamoroso. Aún se preguntaba por ella pasados doce años de su desaparición...
Los festivales, las celebraciones de aniversarios, de primeras comuniones, los encuentros con autoridades académicas o del pensamiento, el Aula de Cultura, las exposiciones temporales de arte, las inauguraciones de curso, las exhibiciones deportivas, los conciertos, la recepción de visitas de prestigio, la incorporación de nuevas tecnologías, los días abiertos, etc. todo acto académico, de la Institución, de cierto empaque intelectual o social se preveía con tiempo en sus detalles más pequeños y habría de presentar una elegancia y un aire de distinción del que no se abdicaba nunca por nada del mundo.
La ponderación del “cum grano salis” que el modismo español exige al caballero o a la dama de raza tenía y tuvo en la Institución la versión del “cum grano excelsi” en todo.
Y esto es algo que me enseñó el SEK y, por mi parte, me ha llevado por inercia, a pretender que fuera ley en todos mis propósitos y realizaciones de educador.
CARLOS URDIALES RECIO
Maestro. Profesor de Escuela de Magisterio
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