132 Nuestra Europa (VI)

     

                       

 

       ARRANCA EL DESTINO DE EUROPA 


Europa viene lanzada a su destino desde lejos. Es preciso escuchar lo que la trayectoria de la Historia tiene que decirnos del camino de su dardo en vuelo de siglos. Si la preguntamos por sus raíces, nos va a hablar primordialmente de Grecia, de Roma y de Jerusalén. De aquella harina y de aquel trigo la Historia ha hecho el pan que hoy acompaña el parco alimento que nos mantiene como europeos en pie y a ratos nos nutre en este anodino siglo XXI. Esos tres arcos disparados han fundido sus flechas en una y han creado lo que hoy llamamos Europa. En eso consiste el legado de su Tradición, su Alma.

Si Europa pierde el pensamiento de Grecia, el derecho y el estilo de Roma y la hondura vital del Cristianismo que le viene de Jerusalén deja de ser Europa. La sabia de sus raíces deja de correr tronco arriba. El árbol muere. Nos quedamos sin Europa por más que pudieran seguirse llamando europeos quienes habiten su espacio geográfico.

Tras largos siglos de oscura y a ratos brillante fermentación fue cobrando en ella forma histórica la riquísima y prometedora herencia apuntada más arriba, a la que añadir el empuje de los bárbaros del Norte.

Europa tenía un destino. Lo sabía sin saberlo y lo supo en determinados momentos de su Historia de manera plenamente consciente.


Un botón de muestra, lejano, del siglo VIII. Una crónica de mediado el siglo atribuida a Isidoro de Badajoz nos cuenta la batalla del año 732 en Poitiers. Tras seis días de escaramuzas, Carlos Martel (Martillo) al séptimo detiene en seco y definitivamente la incontenible invasión musulmana, que hubiera llevado a los sarracenos a los confines de Polonia y a las Tierras Altas de Escocia. Tras la victoria, el cronista escribe: Europenses vero in suas se leti recipiunt patrias: los europeos, por su parte, regresan alegres a sus patrias.

Quizá este es el primer documento de que disponemos en el que explicitamente se habla de las gentes de Europa unidas por su destino. Provienen de patrias distintas. Se han unido frente al invasor. Tienen un destino común. Se han defendido de quien pretende destruir una incipiente identidad histórica y la libertad de sus pueblos.

El texto del pacense Isidoro, también llamado Anónimo de Córdoba, podríamos tenerlo por el acta de nacimiento y la fe de bautismo de una formidable unidad de destino de Europa frente al Universo de pueblos del Planeta.


CARLOS URDIALES RECIO

Maestro. Profesor de Escuela de Magisterio

Emérito UCJC

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