DESERCIÓN DE LA DIDÁCTICA EN LA ESCUELA
¡Pensamiento español de oro,
despierta, la calle es tuya!
La Didáctica la define la RAE como “arte de enseñar”. Es su cuarta acepción. Habría de ser la primera, ya que διδακτικός en griego, del que deriva (y así lo reconoce la RAE), hace referencia a la “aptitud y a la disposición a enseñar”.
Hoy pensamos, constatamos y nos parece a nosotros que la Escuela ha desertado de la Didáctica.
Incluso en las Escuelas de Magisterio, en el caso de conservarse su magisterio didáctico, se le deja un margen de mero hábito antiguo de trabajarse. Se dan, en el mejor de los casos, las líneas generales de la Didáctica pero no se desciende al calzado apropiado que pide el pie infantil o joven del alumno que ha de marchar paso a paso, curso a curso, día a día, clase a clase, labor a labor, tarea a tarea, palabra a palabra, silencio a silencio.Todo el magno tinglado de la Escuela o de la Institución Educativa, de los Ministerios de Educación nacionales, de las repetidas Leyes de Educación, desde los universitarios centros escolares a los mimados parvularios han de estar montados y alcanzan su pleno sentido en función del hecho de que el profesor quizá con una sola palabra en sus labios, que toma de Lope de Vega, enciende en sus alumnos la luz que les muestra una belleza literaria. De esa palabra podrán tirar ellos personalmente y lograr que les lleve muy lejos. Quien dice una palabra dice el resplandor de una verdad matemática, el fulgor deslumbrador de una obra de arte, el gesto heroico de una cumbre histórica…. Toda la formidable estructura del gigante edificio de la Educación está montada y se justifica para que en la opaca penumbra de una escuela, en su silencio, estalle el esplendor de esa palabra hermosa, el de la certeza de una modesta verdad matemática o que nazca en el corazón del alumno o de su profesor la flor de un gesto fresco y bueno.
La Didáctica olvidada hoy en beneficio de la afirmación de que la vieja educación es nefasta y ha de ser superada ya, porque todo aceleradamente progresa y cambia, es la única que puede lograr que un alumno se pregunte por un detalle que se le hace estudiar y vuelva a ser cierto, el aforismo de la Escuela Perenne de que un alumno que no pregunta ni hace preguntas no es un alumno.La nueva Escuela sin Didáctica a lo sumo se propone, y así lo afirma como su logro máximo, hacer que sus alumnos sean felices, trata de evitarles todo sufrimiento y los esfuerzos tenaces y empinados. Para ella todo ha de reducirse a un juego placentero y divertido, -vertido hacia fuera- que lance a sus miembros hacia fuera de ellos, no algo que les recree -se recrea uno hacia dentro, desde dentro- , que les meta en su yo profundo, donde escuchen al Maestro interior de San Agustín.La Escuela auténtica, verdadera Escuela, habría de darle la mano a la Didáctica general y de detalle y echarse a andar a pie descalzo, despacio. La acaricia de la arena del camino, de la humilde hierba que nadie sembró y del polvo en el rostro le haría cantar una canción para la que hoy no tiene garganta ni cuerdas vocales en condiciones.
Deserción se llama la figura.
RAMIRO DUQUE DE AZA
Maestro. Profesor de Teoría del conocimiento


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